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Todo es materia prima # 21
El valor de la ambigüedad
El poder político de la poesía empieza por el desconcierto.
La política estética de un gesto desconcertante.
El valor de la ambigüedad.
En esta entrega:
1. Las notas de la semana
2. La recomendación del Espectador Inquieto
3. Mañana sábado es la MASTERCLASS GRATUITA!!!
4. El viernes 14 empieza el laboratorio de artistas.
5. Descargable gratuito y link a entregas anteriores.
La entrega de la semana pasada empezó así:
“Hay momentos para recitar poesías y hay momentos para boxear.”
Roberto Bolaño
A veces vuelvo sobre lo publicado y me pregunto: ¿cómo sucedió?
¿Cómo llega el material a hacerse un lugar en estas cartas de noticias (news-letters)? ¿Cómo llega un elemento a ganar su espacio dentro de ese tejido desparejo y desconcertante que llamamos obra de arte? ¿Cómo tomamos decisiones para componer ese puente-a-ningún-lado al que le decimos película, canción o poema?
El escritor Witold Gombrowicz llamaba la atención sobre el fenómeno de la atención; específicamente, sobre lo que pasa cuando la atención vuelve a un lugar por el que ya pasó. Repetición, ritmo, estructura. El ejemplo era: un cenicero. Uno está escribiendo y menciona un cenicero; al rato, vuelve al mismo objeto. ¿Por qujé? Si aparece una tercera vez, ya lo podemos llamar obsesión. El artista revierte el signo de la obsesión, transforma la obsesión en pista, en hilo, en huella. ¡Es por ahí!
Tal vez no sea tan importante entender por qué el cenicero nos llama la atención, tal vez lo importante sea el sólo hecho de que nos llama la atención. En tanto artistas, tenemos la responsabilidad de valorar las supuestas arbitrariedades de nuestra curiosidad. ¿Por qué Gato quiere abrir esa puerta? ¿Le importa realmente lo que está del otro lado? ¿O es que, más bien, entiende, instintiva o intuitivamente, que el hecho mismo de abrir una puerta es un acontecimiento cósmico?

Witold Gombrowicz
No importa por qué, pero mi curiosidad quedó prendida de la asociación entre la imagen del pato Donald y la frase de Bolaño. Pasaban los días y mi pensamiento volvía a ese punto de intersección.
Asociar esa imagen con esa frase fue, en principio, un movimiento intuitivo; casi detengo ese movimiento, pero sólo porque ya había compartido esa foto antes —no recuerdo cuándo. ¡Como si no pudiera usar una foto dos veces! (¡Con ésta, van 3!) ¡Como si no pudiera repetirme! ¡Como si la repetición no fuera la condición sine qua non para la creación del ritmo y, por lo tanto, de la forma. Repetición, ritmo, forma.
Tomé la foto en una caminata con mi padre por el Barrio Chino de Buenos Aires. Ya hablé de otras caminatas con mi padre; en ésta, veníamos conversando y me detuve de pronto al ver el muro pintado. Me cautivó la imagen del pato encolerizado con la rotura del muro justo bajo su puño. Mi padre no entendió qué me llamaba la atención; tampoco sé si entendí, pero dejé que mi atención fuera llamada. Para dejarnos interesar, no siempre necesitamos entender por qué.
Si hay algo que nos permite ese marco que llamamos arte es interesarnos por cosas sin necesidad de justificaciones. ¡Gracias, marco!
Al volver sobre la composición foto-frase, descubrí algo que no había visto. Como la línea de Bolaño plantea una posible dicotomía (boxear o recitar poesía), mi mente, inconscientemente (quiero decir, velozmente) quiso tomar partido: si la imagen representa una sola acción (el pato grita), pero la frase refiere a dos acciones (box o poesía), tengo que elegir una de esas dos acciones para que quede asociada a la imagen. Si la frase plantea un O (esto O lo otro), la imagen no puede corresponderse con las dos opciones. Eso es lo que creí, muy velozmente. Procedimientos de lectura, muchas veces desarrollados sin que reparemos en qué es lo que estamos haciendo. ¿Qué es lo que hacemos cuando leemos? ¿Qué es leer una imagen? ¿Qué es leer la relación entre una imagen y un manojo de palabras?
Lo cierto es que no sabemos si el viejo pato está boxeando o recitando poesía. Sus puños están cerrados, pero su boca está abierta. ¿Estará gritando? ¿Será el grito una lucha o un recitad? Porque también podemos gritar en verso. ¿Puede un grito ser poema? ¿Podrá ser que Donald esté, a la vez, boxeando y recitando? Si fuera así, ¿puede que a la línea de Bolaño le falte una tercera opción?
¡La tercera píldora de Zizek!
Cuando en el documental sobre cine y psicoanálisis de 2006 A pervert’s guide to cinema se habla de la dicotomía de Matrix (píldora azul Vs píldora roja), el filósofo Slavoj Zizek exclama: ¡Yo quiero una tercera píldora! Recordemos Matrix, el momento en que a Neo se le ofrecen dos píldoras para que elija: o seguir dormido o despertar. ¿Se trata de una falsa dicotomía? ¿Podría haber una tercera píldora? ¿Puede ser que haya momentos para boxear Y para recitar poesía?
En cualquier caso, la imagen y la frase están sacadas de contexto. No sabemos a qué se refiere Bolaño con boxear, porque el box es una pelea, pero también es un deporte. ¿Una pelea Y un deporte? Tampoco sabemos qué le está pasando a Donald, si está enojado porque la pared se rompió, o si es su grito el que rompe la pared. ¿Pertenece la rotura del muro que sostiene la imagen a la imagen? Notemos que parte del graffiti son unas líneas que parecen representar rajaduras en el muro y, en la esquina superior izquierda, una representación pintada de lo que le sucede a la pared “realmente” en la esquina inferior derecha. Podemos imaginar que el muro estaba roto y alguien, artista sensible e inteligente, tuvo la idea de pintar a ese Donald justo ahí, agregando al dibujo las líneas de rajadura y los ladrillos de pared pelada. Como sea, si la rotura es parte de la obra, entonces nos podemos preguntar: ¿qué implicaría el que las dos cosas sean ciertas a la vez —Donald está enojado porque alguien rompió su pared, pero es su mismo grito el que rompe la pared? ¿Puede esa ambigüedad decirnos algo sobre la naturaleza de la reactividad humana?

Zizek en “A pervert´s guide to cinema” (2006)
Volviendo a Matrix, la famosa escena de la pitonisa, que le pide a Neo que tenga cuidado de no tirar el jarrón. Como reacción al pedido de cuidado para no tirar el jarrón, Neo tira el jarrón. Es decir, si la pitonisa no le hubiera pedido cuidado, Keanu no habría tirado el jarrón. Este fenómeno tiene un nombre específico: profecía autocumplida. Qué ironía, reímos, por querer arreglar las cosas las terminamos destrozando.
Hablemos de política, hablemos de la historia humana.
O mejor hablemos de cine.
Uno de mis libros favoritos sobre cine, y díra sobre arte (¡diría: uno de mis libros favoritos!) se llama Ambiguity and film criticism —la traducción sería: Ambigüedad y crítica de cine. El autor es Hoi Lun Law. Creo que, por ahora, no está traducido al español. Es un estudio filoso y profundo, sagaz, brillante, sobre el problema de la ambigüedad en el cine —y, por extensión, en la experiencia humana.
Una de las invitaciones que nos hace el libro es a pensar la ambigüedad no como una pluralidad de significados, sino como la relación entre esos posibles significados. Más que interesarnos por las posibles formas de leer el gesto de Donald, nos interesamos por la relación que puede haber entre esas varias lecturas. Si la imagen del pato puede leerse tanto como que está peleando como que está realizando un gesto poético, lo que nos interesa es: ¿qué implica que las dos opciones puedan ser ciertas a la vez?
En la película En un lugar solitario (Nicholas Ray, 1950), Humphrey Bogart abraza a Gloria Grahame y Hoi Lun Law reconoce que ese gesto puede ser leído como una expresión de cariño, tanto como una expresión de posesividad. ¿Qué implica que un mismo gesto, de una persona hacia otra, pueda ser leído como cariño y como posesión? ¿Cuál es el borde entre el amor y la posesividad?
Si la vida cotidiana nos fuerza a tomar partido, el arte nos permite sostener la ambigüedad. Así como nos permite tomar decisiones sin necesidad de justificarnos, el arte nos permite, al menos por unos momentos, suspender el juicio y explorar la pregunta: ¿pueden las dos cosas ser ciertas a la vez? ¿Puede haber, a la vez, amor y posesividad?
Eugenio Carutti explica que nos volvemos más inteligentes (¿acaso más maduros?) en la medida en que podemos sostener informaciones aparentemente contradictorias sin percibir contradicción. El ejemplo que da es el de la visión binocular. En algún momento de la evolución de la vida en la Tierra, la Gran Inteligencia creó este dispositivo de doble lente (dos ojos) que nos permite percibir más la profundidad. Cada ojo manda una información corrida respecto a la que manda el otro ojo, pero el cerebro, al menos cuando funciona “correctamente”, no percibe contradicción. No hay batalla entre la información de un ojo y la del otro. El cerebro puede incorporar y conjugar las dos informaciones. Eso se llama: complejidad.
Complejidad no es lo mismo que complicación. Complicación es pretender volver a un estado anterior, de menor complejidad, en el que las informaciones diferentes de los dos ojos no podrían colaborar. A este estado primitivo de sensibilidad le llamamos: sensibilidad arquetípica.
Sensibilidad arquetípica: una parte del cuerpo pretende eliminar a otra parte del mismo cuerpo.
La sensibilidad arquetípica es aquella en que las diferentes funciones de un sistema todavía no han aprendido a colaborar. La diferencia todavía es percibida como peligrosa. Entender que todavía funcionamos MUCHO en modo arquetípico es una necesidad social y política. El hecho de que tanto arte infantilice sus procedimientos y busque eliminar la ambigüedad para la que fue en verdad diseñado (¡el arte existe para que podamos complejizarnos!), prueba que todavía nos aterra el malentendido.
Todavía leemos el malentendido como peligro de vida. Todavía necesitamos incendiar al diferente. Es triste, es doloroso, da bronca, pero también tenemos que entenderlo como parte (dolorosa, triste, irritante) de nuestra evolución como especie —para que la idea de que algo no debería estar pasando no nos prive de investigar qué es lo que genera eso que preferiríamos que no estuviera pasando. Tenemos que atravesar el dolor de esa investigación. Todavía tenemos que mirar más de frente a lo que nos lleva a matarnos —a cancelar la complejidad del otro.
El arte es políticamente importante no tanto porque pueda usarse para bajar línea moral, sino porque representa, por su misma naturaleza, la posibilidad de recuperar el derecho a la ambigüedad —a la complejidad, a la ambivalencia. Sentimentalismo, decía mi querido y tan citado Declan Donnellan, es el intento de eliminar la ambivalencia de la vida.
El sentimentalismo es una manera infantil, inmadura, de relacionarnos con la experiencia. Es el germen del melodrama, del antagonismo, del viejo esquema arquetípico de buenos-y-malos, de la guerra. Es lo que nos lleva a interpretar el gesto de Humphrey como cariñoso O como posesivo. Es lo que nos lleva a tirar bombas.
En la vida cotidiana, lo más importante parece ser sobrevivir. Por eso, necesitamos saber si ese galán en blanco y negro que nos abraza en la cocina nos quiere realmente, o si, por el contrario, lo que busca es esclavizarnos. Complejizarnos es parecernos cada vez más al arte. Madurar es acercarnos a lo que puede el arte.
Para no madurar, hacemos arte inmaduro, versiones melodramáticas de la escena de la cocina en las que el abrazo de Humphrey no puede ser leído más que de una manera. La mayoría de las películas tienden a organizar sus gestos para que no podamos leer dos cosas en un mismo gesto. Eso es sensibilidad arquetípica. Recuperar en el arte el derecho a la ambigüedad puede ser un paso para recuperar ese derecho en la vida. Si observamos bien, un abrazo de ayer a la tarde también pudo haber significado más de una cosa.
¿No te pasó? Te abrazaste con alguien, y el abrazo no tuvo un solo adjetivo.
La buena ficción nos permite reconocer esa complejidad y, por lo tanto, nos invita a dejar de complicarnos la vida pretendiendo que los abrazos solo significan cariño, o que los incendios solo significan codicia.
Si todo fuego es político, es porque todo fuego nos dice algo sobre cómo nos estamos relacionando. La política no es más que la recreación constante de nuestros modos de relacionarnos. Quemarle a los otros la casa para quedarnos con su campo es una manera increíblemente antigua y básica de relacionarnos. Volviendo a Carutti, hemos desarrollado mucho nuestra inteligencia tecnológica, pero, emocionalmente, todavía estamos en los primeros casilleros.
¿Qué hacemos entonces con eso? Apagar el fuego, por supuesto. ¿Y qué más? Conversar, hacer arte, conversar, hacer arte, educar, hacer terapia, encontrarnos, pelearnos con consciencia, pelearnos con atención, reconocer por qué peleamos, reconocer por qué estamos en la que estamos, mirarnos, explorarnos, estudiarnos, qué nos pasa, qué nos pasa, ¿qué nos pasa?
¿Qué nos pasa?
¿Cómo llegamos a lo que llegamos?
La primera persona del plural es importante. Otra característica básica de la sensibilidad arquetípica es que el nosotros siempre es excluyente. Tendemos a definir el nosotros en relación (y en oposición) al los otros. En la vieja serie Lost, esos otros eran literalmente llamados los otros. Otro grupo de supuestos sobrevivientes del naufragio aéreo que representaban un peligro terrible para los protagonistas, siempre los buenos. Finalmente, disculpen el spoiler (un spoiler no tanto de la serie como de la historia humana futura), los otros se hacen amigos. Como decía una senadora o diputada norteamericana en un reel que vi estos días, y parafraseando al viejo Jesús de Nazaret, nuestro enemigo también es un ser humano —sagrado. Tener que admitirlo es horrible, es doloroso, pero finalmente, es necesario.
Para escribir una poesía
que no sea política
debo escuchar a los pájaros.
Pero para escuchar a los pájaros
hace falta que cese el bombardeo.
Para profundizar en el problema de la ambigüedad en el cine y los abrazos complejos de Humphrey Bogart, te invito a ver mi video sobre la película La zona de interés.
Las recomendaciones del Espectador Inquieto

Flow (Gints Zilbalodis, 2024)
Todo lo conversado en esta carta, todo lo que disparó la foto del pato Donald, me lleva a recomendar esta película, que maneja unos niveles de ambigüedad curiosos.
Se trata de una película de animación sobre animales, pero diferente. Si Disney nos acostumbró al uso de animales para representar humanos (Donald), Flow nos devuelve a un interés por la otredad de los animales. Animales siendo animales. Si bien hay comportamientos humanos y cierta representación de problemáticas humanas, la película da un espacio notable a lo no-humano de estos animales. En principio, una gran decisión: los animales no hablan. El punto de partida es una inundación que mueve a un conjunto de bestias de diferentes especies a navegar por la supervivencia. Pero no es sólo la supervivencia lo que mueve a los bichos. Hay una curiosidad por otra cosa. No por nada el protagonista es un gato.
Como la película no tiene palabras, la construcción de sentido se da de modo diferente a lo acostumbrado. Sin palabras, no podemos acordar, de modo racional, acerca del valor y el significado de las cosas. Siguiendo la propuesta de Flow, prefiero no decir mucho más e invitarte a verla sin demasiados preconceptos. Después de verla, en unos días, te invito a ver en mi canal del Espectador Inquieto un video sobre la película que estoy por subir.
Para ver el archivo con los links a las películas recomendadas, CLICK AQUÍ
Mañana SÁBADO 8 es la MASTERCLASS GRATUITA

¿Por qué no nos tomamos en serio el juego del arte?
Hay razones sociales y también personales por las que nos cuesta tomarnos en serio el juego del arte. Investigar esas razones, públicas y privadas, puede ser un camino para recuperar la seriedad.
MAÑANA sábado 8 de febrero daré una MASTERCLASS GRATUITA (virtual) en la que trabajaremos con las experiencias personales de lxs participantes, y exploraremos, grupalmente, eso que nos lleva a quitarle seriedad al juego. Perfeccionismo, procrastinación, juicio, exigencia, supervivencia cotidiana, etc. Investigaremos creencias y hábitos del día a día (lo más abstracto y lo más concreto) como forma de recuperar la seriedad con la que ya supimos jugar.
El objetivo es que salgamos de la clase sabiéndonos más artistas, con entusiasmo para dedicarnos más a la actividad creativa, y con herramientas prácticas para cuestionar las narrativas que deprimen la actividad y para potenciar nuestra obra.
La clase quedará grabada por si no puedes estar en vivo. Por si te interesa, te dejo aquí el link para INSCRIBIRTE:
Semana que viene comienza este laboratorio:

Todo es materia prima
Laboratorio de artistas
¿Qué pasa cuando nos interesamos por lo que nos pasa?
Con esa pregunta como brújula, te invito a reconocer que el obstáculo es materia prima
6 encuentros grupales para desplegar el potencial creativo a través del diálogo con la dificultad.
A QUIÉN va dirigido:
Artistas (con cualquier nivel de experiencia) que quieran desplegar su potencial creativo a través de la indagación de sus obstáculos, bloqueos y dificultades. (Aclaración: si no te consideras "artista" o la palabra "artista" no te resuena, podemos decir "personas creando o con ganas de crear arte").
Comienza: la semana del 10 de febrero 2025 - 6 encuentros
Horarios posibles: jueves 11.30 am / jueves 3 pm / viernes 11.30 am / sábado 11.30 am
(Al llenar el formulario, elegir las opciones de horarios posibles)
Modalidad: virtual
Duración encuentros: 2 hs
Coordina: Jada Sirkin
“Qué pasa cuando nos interesamos
por lo que nos pasa?
Si este newsletter te aportó algún valor, si te inspiró o dio algo que puedas valorar, ¿te gustaría compartirlo con alguien que también pueda recibir inspiración y herramientas?
Hasta el viernes próximo!
Gracias!!!
Jada
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