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Todo es materia prima # 20
Jugar en serio y neuro-estética
¿Qué es jugar en serio?
En esta entrega:
1. Las notas de la semana
2. Masterclass gratuita el 8 de febrero!
3. Laboratorio de artistas (empieza 14 de febrero)
4. Las recomendaciones del Espectador Inquieto
5. Libro “El espectador inquieto” con descuento!
6. Descargable gratuito y link a entregas anteriores
“Hay momentos para recitar poesías y hay momentos para boxear.”
Roberto Bolaño
Maldición!
Estoy desde hace unas semanas jugando un juego inconsciente. Cada vez que algo “sale mal”, cada vez que aparece una complicación, mínima o mayor, exclamo: “Damnit!” (se pronuncia demet). Es una expresión en inglés que se podría traducir como “Maldición!”, “Mierda!” o “Rayos!” Digo que es un juego inconsciente porque ya no lo pienso. Lo tomé de una mis escenas favoritas de TRAMA, la escena final del episodio Em deja el teatro, en la que uno de los personajes dice: “Damnit!” Lo dice chistoso.
Me doy cuenta de que el juego me ayuda a enfrentarme con la complicación de un modo chistoso, dinámico. Claro que a veces no alcanza, a veces la frustración es mayor que mi capacidad de jugar; entonces, necesito pegar un grito: el cable del parlante falla, grito, descargo la tensión y, más tarde o más temprano, sigo. Pero en muchas otras ocasiones, la exclamación teatral funciona, la tensión se canaliza de manera ligera y, con esa ligereza nueva, enfrento la dificultad con el corazón más abierto y la inteligencia creativa más disponible para usar la fuerza “enemiga” a favor.
Para hacer la prueba, recomiendo elegir una palabra que exprese lo que hay que expresar, pero que resulte chistosa. “Maldición” y “Rayos”, para mí que soy argentino, son buenos ejemplos, porque parecen traducciones españolas de películas en inglés. Eso le da al gesto una consciencia teatral que ayuda a recordar que la vida cotidiana tiene algo de comedia de enredos y caídas. En las escenas más dramáticas de una película de Cassavetes, los personajes se enredan con el cable del teléfono.

Toto es materia prima
Me estoy mudando. Junto en unas cajas los mil frascos de vidrio acumulados por dos años. Bajo las escaleras con el vidrio golpeando el vidrio. Imagino la escena: tropezón, vidrios rotos entre piedras y plantas. Pienso: si sucediera, no sé si tendría la capacidad de jugar, ¡todo tiene un límite!
Esta capacidad que tenemos de asumir que la vida tiene mucho de comedia se relaciona con lo que vengo diciendo, una y otra vez, acerca del poder de reconocer la cualidad estética de cada momento.
¿Qué es la cualidad estética de un momento?
La doctora Tara Swart habla del concepto de neuroestética. Hay estudios sobre los efectos neurológicos, físicos, del arte y la contemplación. Swart propone que un rato semanal dedicado al placer estético (ya sea crear o contemplar) es necesario para la salud. ¿Por qué?
“Creo que tiene que ver con la seguridad. Si eres capaz de dedicar tus recursos mentales a apreciar la belleza, eso debe significar que estás a salvo; debe significar que no sólo estás intentando sobrevivir. Apreciamos la belleza. Ver, oler, oír y saborear cosas bonitas. Eso nos hará sentir mejor, pero también, sólo lo haremos si tenemos el lujo de poder hacerlo. Y pueden ser cosas tan pequeñas… Pero lo que le indica a tu cerebro es: estoy a salvo; porque tengo tiempo para leer una novela…”
Tener tiempo para leer una novela es una suerte de lujo, pero no creo que sea un privilegio. Como cuenta Jacques Rancière en El maestro ignorante, unos obreros del siglo XIX, en plena labor, también tienen el tiempo como para levantar la vista y perderse, a través de la ventana, en una contemplación ociosa del paisaje. Aunque sea por momentos muy breves, tenemos la capacidad de activar la sensibilidad estética.
Como sea, más allá de si todo el mundo tiene las posibilidades de leer una novela o no (¡cómo saberlo!), lo cierto es que, si estás leyendo esto, es porque tenés (te das) el espacio para esto que llamamos sensibilidad estética.
Cuando activamos esa sensibilidad a consciencia y en contextos específicos, creados para tal fin, la seriedad del juego nos lleva a otras profundidades. Podemos pensar a esto que llamamos arte como una sistematización de algo que hacemos, digamos, naturalmente. ¿Por qué nos conmovemos mirando las estrellas? ¿Hay alguna otra especie terrícola que se conmueva mirando el cielo?
Si las plantas son una inteligencia que permite, vía clorofila, que la luz solar se transforme en energía terrestre, ¿qué permite la inteligencia humana ingresar al planeta?
La pregunta podría ser: ¿para qué estamos aquí? ¿Qué papel nos toca interpretar?
Pienso que la noción de arte acerca una posible respuesta. ¡Podemos conmovernos con las estrellas! El arte, entonces, como un contexto en que podemos valorar el hecho de que ya nos conmovemos con las estrellas.
¿Qué tienen las estrellas para decirnos acerca del valor del arte? La estrella es un sol que no nos calienta; por lo menos a nosotrxs, aquí tan lejos, no. La estrella es un sol tan lejano que puede estar muerto. Una luz que no ilumina, una luz que llega tarde. La estrella es un sol que ha perdido la capacidad de dar la vida —sí da vida, pero de modo sutil. Una vida sutil. La estrella es un calor sutil. Muy sutil. ¿Como el arte?
Cuando la vida importante elimina la noche de las ciudades, las estrellas pierden protagonismo. Para valorar esa emoción sutil que nos produce la contemplación del cielo, tenemos que estar, aunque sea por un momento, a salvo. Imagino soldados en el campo de batalla; cae la noche y, después de alimentar sus cuerpos y alistar las municiones para la jornada siguiente, fuman un tabaco y miran el cielo. ¿Qué es todo eso? ¿Qué es, entonces, todo esto?
Si en la noche los soldados (los de un bando y los del otro) hicieran doble clic en la pregunta por la naturaleza de su conmoción estética a la hora de mirar las estrellas, tal vez el ring, al día siguiente, quedaría vacío.
Difícilmente hacemos doble clic en la pregunta por la naturaleza estética de las cosas, porque hemos cargado a la guerra de importancia. La inercia del impulso que nos lleva a pelear es tal que no podemos imaginar que, en el momento de levantar el sable, los soldados se miren fugazmente a los ojos y exclamen, cada uno en su idioma incompatible: ¿qué estamos haciendo?
El arte es anti-bélico por naturaleza, porque lleva al extremo la seriedad de la pregunta por la naturaleza estética de las cosas. La guerra es producto de una falta de sensibilidad, y el arte es una sensibilidad estallada, tan exaltada que nos permite sentir el calor imposible de las estrellas. Cuando sentimos el calor imposible de las estrellas, ya no queremos pelear. Peleamos porque no sentimos el calor imposible de las estrellas.
Me arriesgaría a decir que el 99% de los políticos toma decisiones basadas en su incapacidad de conmoverse con el calor sutil de las estrellas. Peleamos para intentar recuperar, por la fuerza, algo que el arte nos da sin esfuerzo. Dedicarnos al arte es tomarnos muy en serio la idea de que podemos trascender nuestros traumáticos impulsos guerreros.
No hay estrategia política más inoperante que la que carece de la sensibilidad suficiente como para empatizar con esa estrella distante y fría que llamamos: el otro.
Si el otro no te escucha, ¿qué haces a cambio? ¿No escucharle? ¿Crees que no escuchándole lograrás que te escuche?

Susan Sontag
Todo se trata de la seriedad, decía Susan Sontag, una de mis autoras más citadas, en una conversación con Jonas Mekas.
Tenemos que tomarnos el juego en serio. Si queremos llevar el poder del arte a su máximo (el arte tiene el poder de vaciar TODOS los campos de batalla), necesitamos tomarnos el juego en serio.
“También existe la tiranía de la idiotez, la tiranía de la frivolidad, la tiranía de la desconsideración, la tiranía de una cultura que obliga a su pueblo a avergonzarse de la seriedad, que rompe los lazos entre la conciencia y la vida, que es lo que nos permite tomarnos las cosas en serio. (…) El arte que a mí me importa implica un tipo de actividad alternativa al sistema de producción principal. Se basa en mantener la credibilidad y la experiencia de lo serio. Esta es, para mí, la conexión más importante que se puede establecer entre el arte y la libertad.”
Observar niñxs que se entregan a la seriedad de su juego es fascinante. Cuando crecemos, solemos caer en la sobre-adaptación a un sistema social que define lo útil y lo inútil. Así, nos cuesta entregarnos con seriedad a actividades no redituables. La vida cotidiana, con sus mil necesidades, suele complicarnos la posibilidad de dedicar tiempo a algo que ni sabemos para qué sirve.
No es que el arte no sirva, es que no tiene una finalidad definida. Su utilidad, que existe, se mantiene misteriosa. El arte (tanto crearlo como recibirlo) nos puede generar algo muy profundo, pero a la vez difícil de entender o de sintetizar. Quienes escuchamos el llamado poético sentimos la fuerza de una necesidad existencial. Resistirnos al llamado es posible, pero costoso.
¿Por qué nos resistimos? ¿Por qué no nos tomamos en serio el juego del arte?
Hay razones sociales y también personales por las que nos cuesta tomarnos en serio el juego del arte. Investigar esas razones, públicas y privadas, puede ser un camino para recuperar la seriedad.
El sábado 8 de febrero daré una MASTERCLASS GRATUITA (virtual) en la que trabajaremos con las experiencias personales de lxs participantes, y exploraremos, grupalmente, eso que nos lleva a quitarle seriedad al juego. Perfeccionismo, procrastinación, juicio, exigencia, supervivencia cotidiana, etc. Investigaremos creencias y hábitos del día a día (lo más abstracto y lo más concreto) como forma de recuperar la seriedad con la que ya supimos jugar.
El objetivo es que salgamos de la clase sabiéndonos más artistas, con entusiasmo para dedicarnos más a la actividad creativa, y con herramientas prácticas para cuestionar las narrativas que deprimen la actividad y para potenciar nuestra obra.
La clase quedará grabada por si no puedes estar en vivo. Por si te interesa, te dejo aquí el link para INSCRIBIRTE:


Todo es materia prima
Laboratorio de artistas
¿Qué pasa cuando nos interesamos por lo que nos pasa?
Con esa pregunta como brújula, te invito a reconocer que el obstáculo es materia prima
6 encuentros grupales para desplegar el potencial creativo a través del diálogo con la dificultad.
A QUIÉN va dirigido:
Artistas (con cualquier nivel de experiencia) que quieran desplegar su potencial creativo a través de la indagación de sus obstáculos, bloqueos y dificultades. (Aclaración: si no te consideras "artista" o la palabra "artista" no te resuena, podemos decir "personas creando o con ganas de crear arte").
Comienza: la semana del 10 de febrero 2025 - 6 encuentros
Horarios posibles: jueves 11.30 am / jueves 3 pm / viernes 11.30 am / sábado 11.30 am
(Al llenar el formulario, elegir las opciones de horarios posibles)
Modalidad: virtual
Duración encuentros: 2 hs
Coordina: Jada Sirkin
Las recomendaciones del Espectador Inquieto

El viento nos llevará (1999, Abbas Kiarostami)
Podría decir que ésta es una de mis 10 películas favoritas. Ojalá eso no genere demasiada expectativa. En un nivel, es una película muy simple; gracias a esa simpleza, también es tremendamente compleja —sutilmente compleja.
Entre fines de los 90 y principios de los 2000, hubo una suerte de boom de cine iraní. Al menos en Buenos Aires, casi una moda. Creo que todo empezó con La manzana, la famosa película de Samira Makhmalbaf sobre dos chicas encerradas por su padre, que quería protegerlas. Algo curioso de la película es que es una historia real y son el mismo padre y las niñas reales quienes vuelven a actuar, a representar, lo que vivieron. Un gesto bastante común a varios cineastas iraníes, como el padre de Samira, Mosen Makhmalbaf, como Caveh Zahedi, a quien cité en la entrega anterior (en su serie The show about the show, cada episodio trata de cómo se hizo el episodio anterior) y el mismo Kiarostami, por ejemplo en su fabulosa y muy celebrada película Close-up, en la que un hombre se hace pasar por Mosen Makhmalbaf y hace creer a una familia que participarán en una película suya, pero para estafarlos —la película es sobre el juicio a ese hombre, y está actuada por el estafador real!!!
Hay algo en este juego meta-lingüístico, sobre todo en la simpleza con que estos cineastas lo despliegan, que parece permitirnos, por el solapamiento de capas de realidad, tocar algo muy profundo, muy real.
Vi El viento nos llevará en el cine, al poco tiempo de que salió. Un cine del barrio de Belgrano, ahora cerrado, en que pasaban películas más “artísticas”. Puede que haya sido mi primer Kiarostami. Si no viste nada de él, pienso que es una buena forma de entrarle.
Un director de cine llega con un equipo de filmación a un pueblo pequeño en donde una mujer de 100 años está al borde de morir. Su misión es registrar lo que pase cuando la mujer muera. Pero la mujer no muere. Pasan los días, ellos esperan; se impacientan, se obsesionan.
Podría decirse que uno de los temas de la película es la obsesión —la obsesión por controlar las cosas. La impotencia, la espera. Ese espacio dilatado de espera funciona como contexto y excusa para el despliegue de una poesía muy simple, casi de fábula. Kiarostami, con mucha consciencia acerca de las posibilidades del lenguaje cinematográfico, juega notablemente con la puesta en escena. La anciana, por supuesto, nunca se ve, como ese hombre del pozo que habla siempre en off.
Te invito a prestar particular atención a cómo la película encuadra, el juego de las miradas y lo que se llama fuera de campo, lo que no vemos, lo que se esconde a la mirada. ¿Qué puede la mirada? Sobre todo, ¿qué no puede la mirada?
Para más sobre esta película, te recomiendo leer el artículo Representación y éxtasis en mi libro El espectador inquieto (que, a propósito, para lxs suscriptores del newsletter está con un buen descuento!!!)
Para ver el archivo con los links a las películas recomendadas, CLICK AQUÍ

Cómo nos relacionamos con las películas equivale a cómo nos relacionamos con la vida. ¿Por qué nos gusta tanto que el cine “nos atrape”? ¿Por qué valoramos la “identificación” con el héroe? Sumergirnos, ¿implica aquietarnos? Cine y filosofía se unen para explorar el proceso de emancipación perceptiva por el que nos vamos liberando de “la estética del ego” (nuestra sensibilidad de supervivencia). Se trata de una investigación que combina la exploración estética del campo del arte con la indagación de los procesos psíquicos y sociales del ser humano. Por ser un dispositivo tan perfecto para la domesticación perceptiva cultural, el cine también es una herramienta que puede servir a la liberación de nuestra sensibilidad-inteligencia. Estos textos invitan a mirar cómo miramos, descubrir fijaciones e inquietudes. Hablar de cine es hablar de la vida como proceso estético. No se trata de dejar de disfrutar las películas, sino de disfrutarlas de modos más variados. Jugar con las formas de mirar es renovar las formas de vivir.
“Qué pasa cuando nos interesamos
por lo que nos pasa?
Si este newsletter te aportó algo, si te inspiró o dio algo que puedas valorar, ¿te gustaría compartirlo con alguien que también pueda recibir inspiración y herramientas?
Hasta el viernes próximo!
Gracias!!!
Jada
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