Todo es materia prima # 26

¡Ya está servido!

¿Qué procedimientos (poéticos) te ayudan a dinamizar tus miradas?

En esta entrega:
1. Notas de la semana
2. Talleres cuatrimestrales: comienzan en abril
3. La recomendación del Espectador Inquieto
4. Descargable gratuito y link a entregas anteriores

Las sirenas tienen la memoria del cielo (Marina de Caro, 2018)

1.

De pronto, después de años, me di cuenta de algo. Toto gritaba frente a su plato de comida. Ya tenés servido, le dije, una vez más. Una vez más, digo, porque ya se lo había dicho —muchas veces. Me miró con sus ojos bien abiertos. Le rasqué la espalda, justo antes del rabo, y entonces sí, se puso a comer.

Ya está servido, le volví a decir, y entonces pensé: oh!

“Ya está servido.”

Toto grita aun con el plato lleno de comida; parece que estuviera muriendo de hambre. ¿Por qué grita? ¡Si está servido! Tenés todo para ser feliz, me escuché diciéndole muchas veces. ¡Tenés todo para ser feliz! Pero la felicidad servida, ya servida, no es tan excitante. A Toto le gusta no tanto que esté ya servido, como que le sirva, ahora, cada vez. Como si lo que le gustara fuera ser atendido.

Toto es materia prima

En la declaración de independencia de Estados Unidos hay un apartado que dice que todo ciudadano americano tiene derecho a buscar la felicidad —no a ser feliz, sino a buscar la felicidad. ¿Será esa la trampa del mito americano y su famoso sueño? ¿Es el sueño algo a realizar? ¿Soy yo, también, un Toto que grita cuando está servido?

¡Ya está servido!

Si tengo todo para ser feliz, ¿por qué grito? Si dejara de buscar, ¿encontraría? Si dejara de gritar, ¿podría escuchar los murmullos de la felicidad?

Tal vez la felicidad no hable en forma de huracán. Tal vez la felicidad se parezca más a esa brisa casi inexistente que sólo nos recuerda que las cosas están vivas. Una brisa que no llega a mover el cuerpo visible de las cosas. Más que una brisa, una vibración.

La idea de la búsqueda nos permite una cosa: obtener méritos. No alcanza con ser felices, tenemos que ganárnoslo. Es común encontrar en diarios de escritores norteamericanos la nota de cuántas palabras escribieron en el día. Escribir como un trabajo. Hard work!

La virtud del escritor radica únicamente en

estar ahí cuando el libro se escribe.

Pablo D’Ors, Biografía del silencio

2.

Muchas horas para conseguir entradas gratis para una obra que no me gustó nada. Pensé que iba a ver a una actriz que me había encantado en otra obra, pero no era. Fui confundido y con ganas de esperar horas por las entradas gratis. Fue un programa grupal, y lo conseguimos. Cuando entrábamos, vi el poster de la obra y me pareció que no era. No era ella. ¿Me había confundido? ¿Había corrido un nombre sobre otra cara? Quién te quita lo bailado, se dice. La felicidad no está en la llegada, sino en el recorrido. Esas sabidurías populares encapsuladas en frases hechas que, aunque adormecidas por el uso excesivo, continúan recordándonos algo vital. ¿Quién te quita lo bailado? El entusiasmo que me movió a la aventura, a la caminata acelerada, a las horas de espera en la fila y a la coordinación estratégica con mis dos compañeras de odisea, no fue alterado por el resultado “obra que no me gustó”. Cuando todavía faltaba una hora y media para la entrega de las entradas y un oficial dijo a la chica de al lado que no se podía sentar en el piso, le dije a ella, casi bromeando: más vale que la obra esté buena. Para mí no estuvo buena, pero lo anterior (la espera) tuvo su encanto. Idea: tal vez la obra sólo fuera un norte que me movía a la aventura, a la hazaña, al juego. ¿Por qué no verlo así? Verlo así no quita que también pueda, y tal vez quiera, desplegar una mirada crítica sobre el fenómeno teatral. ¿Por qué esa obra es tan popular? ¿Sólo porque la entrada es gratuita? ¿Por qué una actuación tan expresivamente codificada (acaso estereotipada, por no decir, televisiva) llega tanto? ¿Qué nos pasa con el estereotipo?

Llegando a la sala, una galería de cuadros. Me detengo en las pinturas. Luego, me detengo en la detención de la gente que observa las pinturas. El cuadro como una invitación a detenerse. Qué hermoso es quedarse un rato frente a una pintura. Qué hermoso hacerlo con otrxs. Qué hermoso contemplar a las personas que contemplan.

¿Las personas mirando los cuadros me atraían más que los cuadros? Tal vez el viaje a la obra me haya interesado más que la obra, pero ¿dónde empieza la obra? ¿No son las horas de fila para retirar entradas parte de la experiencia teatral? ¿Por qué pensar que no? ¿Cuáles son los bordes de la experiencia estética?

Ciclo de obras gratuitas, mucha gente busca sus entradas, horas de espera, contamos cabezas, una muchacha busca hacer trampa (colarse), ¿no es todo eso parte de la experiencia? Al menos, podemos decir que se trata de una zona fronteriza, el mundo preparándose para organizar una burbuja de ficción. La sala, oscuridad, butacas de cuero, luces y una actriz. Tras el proceso lento de parto, nacemos a la ficción con la expectativa radiante de quien se dispone a jugar un juego muy querido. ¿Será que lo más valioso del encuentro es ese primer momento de posibilidad?

Arriesgo una generalización: a veces las obras quieren tocar temas importantes y ser importantes y es como si olvidaran ese hecho primero, el acontecimiento teatral básico, fundamental, que es la decisión del encuentro, una mirada y un cuerpo, un oído y una voz, respiración colectiva en un espacio acotado, empatía sin contenido producida por el sólo pasar tiempo juntxs en un mismo espacio. Neurociencia: cuando los cerebros pasan tiempo cerca, se conectan. En principio, una obra de teatro es un espacio de tiempo compartido.

Antes que contar una historia, la actriz sobre el escenario dice lo más importante que puede y podrá decir: estoy viva, estamos vivas.

A veces me da la sensación de que las obras se engolosinan con sus propias retóricas narrativas y sus dispositivos estéticos, perdiendo así de vista su fundamento existencial: ¡Ey, estamos aquí, existiendo cerca!

Aunque tal vez el olvido no sea de la obra, sino del encuentro de la obra con cada espectador, que dialoga como puede con la propuesta.

A veces los (grandes) relatos nos hacen olvidar que hay encuentro antes del relato. El relato contiene la posibilidad del encuentro, pero el encuentro no es el relato. Lo que más me conmovió de la obra fue un gesto, preciso y estirado, en que la actriz intentó describir un aparato. Fue un momento de detención, de pausa, en que el que la historia (importante) perdió importancia y acotenció, despareja y radiante, una danza.

A veces me pregunto si es que nos contamos tantas historias (y vivimos tantas cosas complicadas) porque olvidamos que existir ya es más que suficiente. ¿No es acaso más que suficiente? Pascal decía hace mucho tiempo que todos los problemas del ser humano se derivan de su incapacidad para estar sentado en un silla sin hacer nada. No digo que una obra de teatro tenga que consistir solamente en la presencia de una persona sentada en una silla sin hacer nada. Lo que digo es que esa posibilidad debería ser la base de todo lo otro. Si el aburrimiento nos aterra, vivimos vidas y creamos obras que, aunque no lo sepan, buscan hacer tierra en el entretenimiento. Si el aburrimiento, en lugar de aterrarnos, nos da tierra, si nos apoyamos en ese vacío del puro existir, entonces las vidas y las obras no necesitan ya devolvernos nada. Porque nada nos ha sido quitado.

Las estéticas responden a las metafísicas. La inteligencia sensible con que generamos mundo responde a nuestra visión del mundo. 

No estás deprimido, estás distraído.

Facundo Cabral

3.

Esta semana en Argentina sucedió algo doloroso. Otra vez el gobierno reprimió con violencia en una manifestación de jubilados. En un video se ve cómo un policía empuja/golpea a una señora, la señora trastabilla y cae hacia atrás, golpeando su cabeza con el asfalto. La escena me produce (me arriesgo a generalizar y decir que nos produce) un dolor brutal. Un dolor que en principio es el dolor concreto de ese cuerpo contra el asfalto, pero también es un dolor colectivo y antiguo, actualizándose en una escena.

Si en febrero 2024 la imagen era la de una jubilada gritando contra una barricada de policías, hoy, un año después, la imagen es la de un policía empujando a la señora —otra señora, la misma señora; otro policía, el mismo policía. La escena continúa, como en una insistencia absurda y dramática, una iteración dolorosísima de lo que se supone que somos, y podemos, como seres humanos. ¡Qué dolor! ¡Qué llamado a la poesía!

(Hace un año escribí un artículo disparado por esa imagen de la jubilada gritando a la barricada de policías: por si gustas leer, se llama la desigualdad como un problema coreográfico.)

Mientras tanto, ese día, Jada temía que no fuera nadie a su taller de lectura de Carver, su primer taller presencial después de mucho tiempo. Jada estaba entusiasmado y el grupo no se armaba. El día anterior había escrito esto en su diario de notas matinales:

“9,47am. Cuello duro, pero no tanto. Loki toma agua bajo la mesa. Un poco de depresión porque no se armó el grupo de Carver. Se anotaron 2 personas. Me siento confundido, como si estuviera perdido, sin norte. La confunsión, ¿esconde queja? ¿Cuál es hoy mi bosque de quejas? Si bosquejas, ¿qué es lo que bosquejas? Un intento de dibujar algo, un mapa imposible, un relato insistente que no alcanza a completar el trazo, un trazo obsesionado consigo mismo, una idea. ¿Cuál es mi queja hoy? Nadie se anota en mis talleres, la difusión de mi trabajo es difícil, me voy a quedar sin dinero, estoy deprimido, no tengo entusiasmo, me siento triste porque mi trabajo no llega. Mi trabajo no llega, en principio eso es una idea —una historia. Puede ser verdad como no. ¿Cómo me siento cuando creo que es verdad? Triste, frustrado. Entonces: entro en esa frustración. La frutración como una cueva. Adentro, encuentro algo. Las ganas siguen ahí. Toca descansar. OK, no era, me digo, no era. ¡Qué ganas de dar un taller de Carver! Pero: con la excusa del taller, volví a leer muchos cuentos, leí alguno que no había leído, estudié, escribí un artículo que me encanta, profundicé en mi exploración de esta literatura que vengo leyendo hace más de diez años. ¿Estoy intentando salirme de la frustración con ideas supuestamente positivas? Ahora voy a tener los miércoles libres, me digo, como si quisiera tenerlos libres. ¡No quiero tenerlos libres! ¡Quería estar ocupado! También podría dar el taller para las dos personas que se inscribieron. ¡2 es muy poco! Si al menos fueran 3. Otro fracaso más. Qué fiasco. Qué aburrido fracasar. Quería ir al encuentro, quería jugar, qué aburrido que nadie quiera jugar. Cada vez que no se arma me deprimo. No es que me tiro al sillón a tomar ginebra, como un personaje de Carver, pero se me van las ganas de jugar. Se trata del famoso fenómeno de la desilusión. El sueño americano, roto, como en las ruinas Carver. El entusiasmo se había proyectado hacia una forma y la forma, de pronto, ya no está. En este caso, nunca estuvo. Qué lindo hubiera sido.”

Hasta ahí, mis anotaciones del día anterior. Finalmente, vinieron 3 personas y fue una delicia. Como en Carver, el personaje, derrotado, deja de esperar; por no esperar, puede reconocer: ya está ahí, ¡ya estaba todo ahí!

En algún momento de la clase, se me cruza por la cabeza que juntarnos a hablar de literatura, de arte, de poesía, es de los movimientos más políticos (digo: profundamente políticos —es decir, psíquicos) que podemos realizar. ¿Por qué? Susan Sontag, de nuevo, nos da una pista. En una charla del año 2000 con Charlie Rose, Sontag explica que la ficción nos ayuda a simpatizar e interesarnos por lo que no suele interesarnos. Ir hacia lo otro. Si cuando escribo un ensayo tengo que tomar una posición, dice Sontag, cuando escribo ficción puedo explorar, a través de los diferentes personajes, muchas maneras distintas de ver el mundo.

¿No hay ahí una clave sobre el gesto poético? Mirar el mundo de otras maneras.

Hace poco, en el taller de escritura, una alumna me dijo que le ayudo a mirar las cosas de modos diferentes. Fue de las cosas más hermosas que me dijeron sobre mi trabajo. ¡Ay!

¿Cómo fijas tus maneras de mirar las cosas?

¿Qué procedimientos (poéticos) te ayudan a dinamizar tus miradas?

Talleres cuatrimestrales

A PRINCIPIOS de ABRIL comienzan mis 3 propuestas cuatrimestrales:

  1. Todo es materia prima (laboratorio de artistas)

  2. El espectador inquieto (cine y filosofía)

  3. Mapas imposibles (taller de lectura y escritura narrativa)

Las recomendaciones del Espectador Inquieto

Actores sueltos (2022, Alejandro Catalán)

“…la dramaturgia era un problema de ansiedad”

Alejandro Catalán

Esta semana recomiendo un libro. Actores sueltos (editado en 2022) es un libro de textos sobre el arte de la actuación de Alejandro Catalán, director, actor y maestro. Un detalle curioso del libro es que en cada capítulo la voz del autor deviene en la voz de una suerte de personaje de la historia del teatro, desde un japonés que escribe en forma de aforismos hasta un ruso revolucionario, pasando por un norteamericano y cerrando (o abriendo) con un canto al gran Alejandro Urdapilleta. Algunas frases sueltas: “Lo que una obra de teatro o una película piensa sobre los seres humanos, se ve concretamente en lo que hacen los actores.” “¡No se trata de crear una obra, se trata de crear una manera de juntarse y jugar!” “El miedo a aburrir acelera y abrevia todo; el miedo a no ser interesante nos pone ocurrentes o pretenciosos, incluso decididos a aburrir porque da un aire de sacrificio importante; el miedo a no llegar a fin de mes nos hace adaptados, obedientes y eficaces.” “Si no se está a favor del ritmo humano y la sensibilidad de los procesos, los actores no podemos ser mejores que el contexto. La actuación es una experiencia espiritual, su profundidad depende de la profundida del encuentro de los vínculos en los que se juega; y para eso hace falta deseo de tranformación mutua y el tiempo que pide ese proceso.” Etc. ¡Muy recomendado!

*

Para ver el archivo con los links a las películas recomendadas, CLICK AQUÍ

¿Qué pasa cuando nos interesamos
por lo que nos pasa?

Stanely Cavell

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Hasta el viernes próximo!
Gracias!!!
Jada 

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