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Todo es materia prima # 28
La sala de espera de Bolaño
El arte de la ficción para desordenar al mundo
En esta entrega:
1. Las notas de la semana
2. Mi nuevo programa TEMP
3. La recomendación del Espectador Inquieto
4. MASTERCLASS gratuita 5 de abril
5. Mapas imposibles (taller de escritura)
6. Estreno de “La oso” el 5 de abril
7. Link a entregas anteriores + Descargable gratuito
Escultura en Asociación Argentina de Actores
Esta semana fui a la Asociación Argentina de Actores para hacer un trámite. Cuando entré, el guardia bostezaba. Tuve el impulso de hacerle un chiste y me detuve, solo un instante, a preguntarme si correspondía.
Correspondía.
—Te agarré bostezando —le dije.
Tampoco era un gran chiste. ¿Era un chiste? Tal vez se trataba de la oportunidad de blanquear un gesto no tan social con el fin de generar confianza. Creo que tengo una obsesión con la idea de generar confianza con la gente extraña.
¿Por qué subrayo la palabra idea? ¿Podemos obsesionarnos con algo que no sea una idea —una imagen?
—Sí —respondió el bostezador, animándose a una sonrisa cómplice. La sonrisa me relajó una tensión que, creo, se había generado por la idea de estar entrando en un edificio antiguo, el peso de la puerta.
La sonrisa como una idea de confianza. En un mundo tan atravesado por la competencia y la imagen del otro como peligro, la sonrisa generadora de confianza sigue siendo una tecnología vital. Por supuesto, también podemos abusar de la tecnología.
En los años de pandemia, la desconfianza en el otro no venía solamente de la idea de que su cuerpo podía acaso transmitirnos un virus, sino de que su boca, obturada por el intento de no escupirnos esos genes divergentes, no tenía la posibilidad de sonreírnos. En la calle, no nos podíamos sonreír.
La sonrisa activa importantes circuitos de empatía. ¿A nadie se le ocurrió hacer barbijos transparentes? Creo recordar haber visto alguno con una sonrisa dibujada, pero no uno transparente. Qué pena que la idea se me ocurre recién hoy —podría haber hecho algo de dinero.
(Nota para escritores: las últimas líneas surgieron de un impulso que tuve a inclinar la palabra idea. Cuando releí la oración “Creo que tengo una obsesión con la idea…”, me llamó la atención haber escrito que la obsesión era no con la acción de generar confianza, sino con la idea de la acción, así que, instintivamente, destaqué esa palabra. Pero, al hacerlo, surgió, de mi parte racional, la pregunta: ¿por qué lo hice? Entonces escribí: “¿Por qué subrayo la palabra idea? De ahí, de la observación minuciosa de un gesto de escritura impulsivo, se desplegó toda una línea narrativa totalmente imprevista, digamos una digresión, un mapa imposible que alguna relación tendrá que tener con el resto de esta carta).
Después de firmar los papeles para oficializar mi participación en una cooperativa teatral, me despedí del bostezador y le pregunté si podía sacar una foto de una escultura que tienen detrás de una vitrina. Divido la secuencia en estos pasos:
1. El objetivo: deseo tomar una foto de la escultura.
2. El obstáculo: el reflejo de la vitrina no me deja.
3. Intento de síntesis: para ser coherente con lo que predico, debo usar el obstáculo a favor: integrar el reflejo a la imagen. ¿No era que todo es materia prima?
4. La humildad: reconozco que no tengo tiempo para la maniobra que implica integrar el reflejo a la composición de la foto (tengo que llegar a un ensayo).
5. El insight: saco una foto mediocre y una conclusión no tan mediocre: para usar el obstáculo a favor, necesito tiempo. Detener para atender.
No se trata de soplar y hacer botellas.
Entre los patrones que he observado entre mis alumnxs de taller y lxs artistas que vengo acompañando (¡y sí, está bien, en mí también!), brilla uno importante: la idea de que las obras de arte pueden tomar forma y esplendor con un simple chasquido. Como una magia, como un facilismo.
Unas ganas de que todo sea fácil —tal vez mi gran pecado: la ilusión ingenua, o la ingenuidad ilusa, de que la vida creativa no implique desafíos.
Como si lo importante fuera la cima.
La obra terminada.
Ayer en una sesión mi clienta repetía “me cuesta mucho…”. Entonces le pregunté: ¿te gustaría que no te costara? Sí, dijo. Ahí está el problema, le respondí. ¿Por qué pensás que escribir debería ser fácil?
Hace poco estuve en una clase en la que el profesor soltó esta pregunta: ¿les gustaría jugar al Mario Bros con puras planicies y monedas, sin abismos, sin peligros, sin monstruos? ¿No es el desafío la razón misma por la que jugamos?
Tampoco se trata de hacer un culto a la dificultad. Mi pregunta nunca apunta a la dificultad en sí, sino a la forma en que nos relacionamos con la dificultad. Esa es una de las grandes preguntas de mi vida. Tengo una tendencia a irritarme cuando las cosas se complican y admiro a las personas que encuentran, en el conflicto, su razón para vivir.
Se me ocurre que, ante los problemas, podemos caer en dos extremos reactivos: la depresión y la queja, por un lado; la ira y la batalla, por el otro. Tal vez es más fácil comprender lo poco saludable del polo de la queja, pero el polo de la batalla no lo es menos. Muchas veces, por luchar para eliminar los problemas, no llegamos a aprender de ellos.
No es poco común que en un equipo de trabajo creativo una persona manifieste rebelión y cuestionamiento a las reglas, implícitas y/o explícitas, con que el grupo se maneja. No es poco común que se decida la expulsión del miembro subversivo, solo para salir del atolladero y poco tiempo después, oh sorpresa, descubrir que esa misma fuerza de rebelión y cuestionamiento emerge o se expresa en otro cuerpo del grupo. Como dicen, los fantasmas exiliados volverán hasta ser escuchados.
Ese es uno de los más tramposos callejones de la política. Nos cuesta mucho comprender que el enemigo tiene una información valiosa sobre nosotrxs mismxs. En el fondo, ¿quién es el yo sin el otro?
Lo otro es lo que molesta al yo. Por definición. Si en el campo de la vida sociopolítica el modo-supervivencia no nos permite ensayar posibilidades de escuchar la información de esa otredad (enemiga), en el campo del arte, si dejamos de usar el arte sola o principalmente como herramienta de supervivencia, sí podemos desplegar esas pruebas.
En el proceso de la creación artística tenemos, o deberíamos tener (porque, si no, tal vez ya no estemos haciendo arte), el contexto necesario como para abrir el pecho a lo que parece venir a destruirlo todo. El arte, para que nos destruyan. Para hacer estallar las comodidades del ego. Y que esto no sea leído como una fórmula cuadrada: si estoy rodando una película en la calle y se acercan unos peligrosos a robarnos la cámara, probablemente lo de abrir el pecho al enemigo no sea la mejor opción. Que el sentido común al menos nos sirva para discernir y sobrevivir —o que, al menos, sobreviva la cámara. Pero, como decía Chejov en una vieja carta, ¡Que Dios nos salve del sentido común!
El arte está para que el sentido común estalle. El arte, para que el ego estalle. Estos días, conversando con una persona que se interesó por mi programa TEMP, fui obsequiado con una gran síntesis: escribir es meterse en líos, me dijo, si no ¿para qué?
Si no hacemos arte para meternos en problemas, ¡¿para qué?!
Si en la situación hipotética del rodaje callejero definitivamente nos robaran la cámara, más allá de la herida económica que el suceso abriría, quedaría la pregunta: ¿cómo terminamos la película? En el rodaje de su película Build the wall, una película de extremadamente bajo presupuesto (una recuperación de independencia después de su paso por Netflix), Joe Swanberg y sus secuaces, los increíbles actores Kent Osborne y Jane Adams, sufrieron una baja: la cámara alquilada cayó al piso. Tenían solo unos días, estaban rodando en un bosque, no había tantas posibilidades; así que la última escena está grabada con un celular. Es la mirada de un personaje que graba la fiesta de reencuentro. Y la película es eso.
No tenemos forma de saber si la película habría sido mejor de haber sido terminada con la cámara oficial, pero la película es eso, y ¿por qué no? ¿Por qué no? ¿Será que las obras también toman sus decisiones? ¿Será que esa pelílcula quería ser así y por eso la cámara cayó?
Tampoco se trata de caer en causalidades simplificadoras, pero las cosas resultan como resultan, y, en este caso, al menos, el equipo de trabajo supo salir adelante de la manera que pudo. También podrían haber cancelado el rodaje, esperado meses para volver a filmar, o incluso abortar la misión y tirar todo a la basura. Ninguna decisión es digna de ser juzgada. Sobre todo el en campo del arte. Tampoco se trata de usar el obstáculo a favor a cualquier precio. A veces un obstáculo también puede venir a decirnos que es hora de cerrar el negocio.
Pero, como sea, ¿cómo saber qué viene a decirnos un problema si no lo escuchamos?
Escuchar los problemas, escucharlos realmente, implica un compromiso y una honestidad para los que no siempre estamos preparadxs. Los desafíos y bloqueos cargan con importante información acerca de quienes los enfrentan. La montaña no es igual para todo escalador. Cada quien se encuentra con las dificultades que le corresponden. Por eso dialogar con la dificultad implica tamaña honestidad.
Cada vez estoy más convencido de la importancia del compromiso con el propio proceso. La idea de tomarnos el juego en serio me sigue conmoviendo y me sigue conmoviendo encontrarme con personas que se toman el juego creativo muy en serio. Para esas personas he creado un programa. El programa se llama TEMP y es un proceso de acompañamiento y transformación que dura unos meses y está dedicado a artistas muy comprometidxs con su proceso creativo que quieren/necesitan entrenar sus modos de relacionarse con el bloqueo, para aprender a usarlo a favor desarrollando lo que me está gustando llamar: la consciencia TEMP. La consciencia de que todo es, o puede ser, materia prima.
El programa es para artistas (personas creando arte o con intenciones de hacerlo) con un alto nivel de compromiso. Es para quienes se están tomando el juego de la creación artística en serio y quieren/necesitan acompañamiento para entrenar maneras de relacionarse diferente con la dificultad, para así, poder desplegar el potencial creativo en sus obras.
Si te interesa, escribime!

Marta Zátonyi
Por medio del arte el hombre dirá lo que no puede hacer, ni siquiera pensar, lo que le está vedado como precio por su condición humana; con el arte construye zonas de imposibles posibles, atravesando interdicciones en la virtualidad del universo simbólico. De esa manera vive lo que de otra forma no puede vivir, penetra sin descarnar, construye saberes, experimenta sensaciones sin entregarse a lo irreversible.
En un discurso que dio poco tiempo antes de su muerte, Roberto Bolaño menciona, como al pasar, una suerte de “sala de espera donde planear nuevos desórdenes”. ¿La literatura (la ficción) como una sala de espera para desordenar el mundo?
Estos días releí su relato breve Gómez Palacio, del que hablé en mi artículo Por qué leer ficción. Volví a conmoverme como cada vez que lo leo. Reconocí con más claridad que con Bolaño me pasa algo especial. Hay miradas que tienen la capacidad de ordenar las palabras para llegarte al corazón del corazón. ¿Quiénes son los escritores que te entran?
¿Quiénes son esos escritores que te entran?
Cuando volví a leer el cuento, pensé esto: si me forzaran a elegir una obra de arte entre todas las que más me han conmovido, este cuento sería una de las finalistas. Ojalá eso no genere demasiadas expectativas; es un cuento bastante simple, de hecho. Pero tiene esa capacidad (tan carveriana) de hacer estallar lo simple.
Cuando volví a emocionarme leyendo Gómez Palacio, aproveché para investigar de qué tipo de emoción se trataba. En algún nivel, tenía que ver con la historia narrada, la situación del personaje que narra, etc. Pero iba más allá de la fábula. Bolaño hace con las palabras algo que no puede existir con las palabras. Como propone Marta Zátonyi en la cita de más arriba (gracias Nati por presentarme a esa autora), Bolaño dice lo que no podemos hacer ni pensar. Y lo sabe, porque es un gran lector. Como Borges. Hay algo muy borgeano en Bolaño, y también algo muy carveriano. Podríamos decir:
Borges + Carver = Bolaño.
Borges es un manestro en nombrar eso que solo puede ser nombrado (dado a existir) en la superficie del lenguaje. A esa emoción que sólo pueden producirnos las obras de arte, le llamo emoción estética. Es un agitamiento producido por un arreglo de formas y texturas; nada puede conmoverte más que un punto puesto en el lugar correcto, decía alguien. Y Carver es uno de los grandes maestros en la colocación de ese punto.
Entonces me puse a escuchar un episodio del podcast Grandes infelices en que hablan de la vida de Bolaño. Lloré mucho. Al parecer Bolaño era bastante cuentero y no se sabe muy bien qué historias de su vida son reales y cuáles un invento, como si el borde entre su vida real y sus personajes de ficción fuera muy delgado. Al morir pusieron su nombre a una calle desierta de las afueras de Girona. Patti Smith cantó en la apertura de la calle. Los amigos de Bolaño rieron de que dieran al escritor cuentero una calle vacía, fuera de la ciudad, adonde no pasaba nada.

Patti Smith homenajea a Bolaño
Sólo está creando un universo en expansión, por lo que como escritor nos ha dado espacio infinito.
El escritor que pasó muchos años de su vida esperando ser publicado y reconocido, y que al poco tiempo de finalmente lograr esos logros murió por un hígado que nunca llegó (estaba segundo en la lista de espera para el trasplante), recibió como galardón post mortem una calle desolada por la que nadie circulaba. Hay algo cómico en el acontecimiento, pero Patti, que amaba a Roberto, estuvo ahí.
Por más desierta la calle
que me otorgaran al pasar yo
del otro lado del velo,
si Patti estuviera ahí
me iría contento.
Las recomendaciones del Espectador Inquieto

Roberto Bolaño
Gómez Palacio (Roberto Bolaño, del libro de relatos Putas asesinas)
Como decía más arriba, este relato breve es una de mis obras de arte favoritas. Prefiero no decir mucho y dejarte la posibilidad de leerlo sin tantos preconceptos. Si lo lees, luego está el artículo ¿Por qué leer ficción? en el que hablo del cuento. Te diría que no leas el artículo antes de leer el cuento.
Se me ocurrió, así como estoy armando un archivo de links de las películas recomendadas en el newsletter, armar una carpeta de Drive con relatos breves que iré recomendando. Así que ahí encontrarás este primer relato:
*
Para ver el archivo con los links a las películas recomendadas, CLICK AQUÍ
¿Te gustaría hacer una donación para apoyar mi trabajo?
Este 5 de abril MASTERCLASS GRATUITA

Para quién:
Esta clase está pensada para personas que escriben o están interesadas en escribir ficción, y para personas que ven la ficción de lejos pero vislumbran que puede ser un laboratorio creativo donde poner a prueba sus obstáculos, sus trabas, sus bloqueos creativos.
Objetivo de la clase:
En esta clase veremos cómo el arte de la ficción nos permite sobrevivir a esa necesidad obsesiva de sobrevivir con la que atravesamos el campo minado de la vida cotidiana. En la ficción, nos permitimos pisar la mina y estallar. En la ficción buscamos estallar.
En esta clase veremos cómo la ficción puede funcionar de laboratorio alquímico en el que el barro de nuestras pequeñas vidas se transforma en el oro de la poesía, regeneradora y dadora de vitalidad.
En esta clase exploraremos de modo teórico-práctico las posibilidades que nos da la escritura de ficción para transformar nuestros dramas personales (nuestras angustiosas quejas, nuestros pesados problemas) en la materia prima de un universo renovado por la posibilidad.
La ficción como un campo de posibilidades.
La ficción como el campo para desplegar el "qué tal si..."
¿Qué tal si...?
Dinámica:
En la clase se propondrán algunas miradas sobre el arte de la ficción, con ejemplos y algo de teoría, y a partir de ese contexto se trabajará prácticamente con las dificultades personales de lxs participantes, invitándoles a transformar algún obstáculo de sus vidas actuales en materia prima de un posible relato de ficción. Trabajaremos la distancia estética, que es lo que nos permite mirar nuestras experiencias de vida con perspectivas renovadas, para así extrañar la percepción y des-automatizar la mirada oxidada con que solemos identificar las cosas en el cotidiano. Se propondrán ejercicios muy sencillos para probar el arte transformador de la ficción.
Horario: 5 de abril a las 11 am (hora Argentina)
Modalidad: virtual (Zoom)
Duración: Entre 1,5 y 2 hs dependiendo de la cantidad de participantes
Costo: gratuito
Coordina: Jada Sirkin
-- CON INSCRIPCIÓN --
A partir de la semana del 7 de abril

PARA QUIÉN
Para personas con cualquier nivel de experiencia que quieran entrenar el arte narrativo, escribir relatos, investigarse a través del arte de la ficción y desarrollar su escritura como herramienta para interesarse por lxs otrxs y celebrar la complejidad de la experiencia humana.
OBJETIVO DEL TALLER
Entrenar el arte del relato, investigar qué significa procesar la experiencia de modo narrativo, escribir mucho, explorar posibilidades, descubrir maneras de contar, usar la escritura como forma de detectar simplificaciones reduccionistas y acercarnos a la complejidad del otro, celebrar la ambigüedad de cada gesto, atesorar las sutilezas de la experiencia humana.
METODOLOGÍA
Trabajamos con ejercicios y consignas disparadoras, escribimos y leemos para descubrir qué nos dice nuestra propia escritura, corregimos y reescribimos para ganar complejidad y potencia poética. Leemos materiales de referencia (textos literarios, ensayos) como inspiración y material de estudio.
GÉNEROS
Crónica, cuento, relato breve, diario.
DURACIÓN
15 encuentros - 15 semanas
(Cuatrimestre 1 – Se puede continuar en el cuatrimestre 2)
Se pide un compromiso con todo el taller completo.
Estreno de “La oso”

Para quien esté por Buenos Aires, estamos estrenando este unipersonal que estoy co-dirigiendo.
Es un unipersonal basado en la experiencia de la autora y de su hermana Sandra, una joven de 18 años asesinada en 1995 en un femicidio íntimo.
Monte Chingolo, barrio marginal del conurbano bonaerense. Un ciclista alcohólico, un hippie y un colectivero que mato a su esposa atraviesan la vida de una joven madre y sus hijas. Las drogas se consiguen en la farmacia y la jeringa se comparte. Una tarde un caballo aparece pastando en el fondo de la casa.
Cumpleaños de 15, vestidos estrenados en una comisaria, ranas a la sartén. La noche antes de la muerte de Sandra, su madre presiente el peligro. 30 años después, su hermana intenta reconstruir la historia. ¿Quién era su hermana? ¿Quién es ella entonces?
Se estrena el 5 de abril
¿Qué pasa cuando nos interesamos
por lo que nos pasa?
Si este newsletter te aportó algún valor, si te inspiró o dio algo que puedas valorar, ¿te gustaría compartirlo con alguien que también pueda recibir inspiración y herramientas?
Hasta el viernes próximo!
Gracias!!!
Jada
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