Todo es materia prima # 29

El laboratorio alquímico de la ficción

Oh, la dificultad
Oh, el arte
El arte para dialogar con la dificultad
El arte para dialogar con lo que no queremos dialogar

En esta entrega:
1. Notas de la semana
2. Mañana MASTERCLASS GRATUITA!
3. Mañana ESTRENAMOS “La Oso”
4. La recomendación del Espectador Inquieto
5. Link a entregas anteriores + Descargable gratuito

Joan Baez y Bob Dylan

Esta semana estuve obsesionado con “Diamonds and rust”, un viejo tema de Joan Baez supuestamente compuesto para (o por) Bob Dylan. Me parece un tema perfecto. La combinación de letra y música es perfecta. La voz de ella. La letra es infernal, y es claramente un trabajo de procesado de una experiencia personal intensa. El amor, intenso.

¿Puede el amor no ser intenso?

Hace poco alguien me decía que le llamaba la atención que usemos la expresión “qué intenso” para referirnos a algo negativo de una persona —una persona que se volvió insoportable porque, al parecer, se tomó las cosas demasiado en serio.

Para mí intensidad es una buena palabra. ¿Hay palabras malas? Creo que, como artistas, es intensidad lo que buscamos. En una charla con John Berger, Susan Sontag proponía que el arte existe para reclamar nuestro derecho a la intensidad.

Juguemos con palabras. Intensidad no es lo mismo que densidad. Denso es un tejido sin aire entre sus fibras. Intenso es un cuerpo habitado por el valor o la importancia. Más bien el valor. La idea de importancia me hace pensar más en la noción de peso. Qué pesado, decimos también cuando alguien nos resulta insoportable. Hay una antigua prescripción religiosa que nos lleva a menospreciar el peso de las cosas, su volumen, su caída. Una sesgada valoración de lo ligero como de lo que no tiene cuerpo. El viejo desprecio a la materia.

Y el esfuerzo de habitar un cuerpo físico, la gravedad y el barro.

Ítalo Calvino

No creo que fuera ese el peso al que se refería Ítalo Calvino en su conferencia a favor de una literatura de la levedad —ver sus Seis propuestas para el próximo milenio. Mi lectura de su propuesta entiende que no se trata de quitar peso físico a las cosas y a las experiencias, sino peso psíquico —en otras palabras, drama.

La levedad que Calvino propone como uno de los valores de la nueva literatura es la ligereza que sentimos cuando dejamos, al menos por un momento, de dramatizar. Dramatizar es subrayar una idea de importancia, solemnizar, aferrarnos a mapas arrogantes que pretenden acomodar el mundo a una imagen ideal nacida de los pozos de nuestra ingenuidad más infantil. Los budistas hablan de la ligereza del ser (lightness of being). No es una pose de “todo está bien”, sino una capacidad de respirar profundo aun en medio de las tormentas más dolorosas de la vida.

El otro día escuché un podcast en que alguien se preguntaba: ¿Hacemos arte y entonces sentimos alivio? ¿O sentimos alivio y entonces podemos hacer arte?

Lo que me lleva a mi callejón sin salida de siempre, la vieja línea de Spinoza que propone que no es que nos gustan las cosas porque sean buenas, sino que son buenas porque nos gustan. Y de ahí al callejón del callejón, la línea de Séneca que dice que no es que no hacemos las cosas porque son difíciles, sino que son difíciles porque no las hacemos.

El gran tema de la dificultad, y el arte como herramienta de diálogo con lo difícil. El arte para dialogar con lo que no queremos dialogar.

Como sea, el arte produce algún tipo de alivio. El alivio de la distancia estética. Para acercarnos a las cosas, tomamos cierta distancia. Nos despegamos. Como propone Ticio Escobar en Aura latente, el arte necesita de cierta distancia para poder operar.

“Cercanas, las cosas perderían su atractivo ante la mirada; dejarían de ser objeto de deseo: no podrían ya activar el resorte del arte (…) La distancia, aun mínima, que impone la forma estética es imprescindible. Distancia para que opere la mirada, actúe el deseo y se produzca el extraño giro contorsionista de la autorreflexión formal que requiere aquel oficio. Distancia para el juego irónico y la operación crítica. Una obra puede tratar cualquier tema toda vez que no quede pegada a él; siempre que sea capaz de instalar la sospecha acerca del objeto representado y de sugerir el otro lado: el más allá del cuadro de la representación. Es tarea del arte impedir la clausura de la comprensión (sensible o conceptual) de aquel objeto y detener el destino referencialista que busca encerrarlo en su propia identidad.”

Ticio Escobar, “Aura latente”

De eso se trata el proceso alquímico que opera en la transmutación estética. A eso me refiero con que todo puede ser materia prima. Jugar con un globo es más fácil que jugar con una pelota de basquet. El globo, leve, nos da tiempo para acomodar el cuerpo y atajar. La pelota, pesada, rebota veloz y demanda más destreza. En el proceso personal, cada artista (por no decir, cada ser humano) va agilizando sus psico-músculos de la creación para poder trabajar con pelotas cada vez más veloces —digamos, más complejas. El lápiz de la percepción poética se va afilando, el entrenamiento nos va permitiendo pulir la antena y captar sutilezas cada vez más microscópicas.

Supongo que ningún artista se contenta con lo que ya logró. El ansia de novedad es signo de salud creativa. Por supuesto, la novedad se puede volver idea y de ahí, tal vez, un culto fetichista y exigente por lo siempre renovado, acaso ya no saludable. Pero, en cierta medida equilibrada, esa búsqueda de la novedad (de la otredad) es, me parece, un signo de la salud poética de una persona que se dedica a esto que llamamos arte.

Es común que los artistas trabajen con sus dolores. El arte de la ficción es un laboratorio notable para la alquimización de la dificultad. ¿Quién no experimentó alguna vez ese mecanismo espontáneo con el que buscamos formas diferentes de mirar lo que nos perturba? La ficción también es una herramienta de supervivencia. Pero no es solo una herramienta de supervivencia. No se trata nada más de transformar el barro en oro, sino también de poder valorar el barro. Ahí la verdadera alquimia. No necesitamos elevar la tierra para reconocer que en la tierra hay cielo. Las hormigas cavan túneles de cielo sin los cuales el planeta se asfixiaría en solo unas horas.

El año pasado dimos un taller que se llamó Procesar en poema en el que investigamos las posibilidades de transformar el duelo en la materia prima de la escritura poética. Es un tema que vengo investigando hace muchos años. No es que tengamos que sufrir para crear, es que el sufrimiento tiene otra cara. Del otro lado de la frustración hay un rostro imposible tejido con estrellas desquiciadas.

Mañana sábado 5 de abril daré UNA CLASE GRATUITA sobre esta posibilidad de la ficción para alquimizar el dolor y la dificultad. Haré una presentación teórico-filosófica y después haremos algunos ejercicios prácticos para probar posibilidades.

La clase quedará grabada por si el horario no te conviene, ¡pero solo inscribiéndote previamente tendrás acceso!

Aquí te dejo el LINK DE INSCRIPCIÓN para hacerlo ya!

No te la puedes perder!

Como poder, puedes, pero qué absurdo!

Y qué absurdo, también, no venir mañana al ESTRENO DE “LA OSO” CON DESCUENTO!!!!

(Si te interesa, escribime y te anoto en una lista con descuento de estreno)

Estreno de “La oso”

Para quien esté por Buenos Aires, estamos estrenando este unipersonal que estoy co-dirigiendo.

Es un unipersonal basado en la experiencia de la autora y de su hermana Sandra, una joven de 18 años asesinada en 1995 en un femicidio íntimo.

Monte Chingolo, barrio marginal del conurbano bonaerense. Un ciclista alcohólico, un hippie y un colectivero que mato a su esposa atraviesan la vida de una joven madre y sus hijas. Las drogas se consiguen en la farmacia y la jeringa se comparte. Una tarde un caballo aparece pastando en el fondo de la casa. Cumpleaños de 15, vestidos estrenados en una comisaria, ranas a la sartén. La noche antes de la muerte de Sandra, su madre presiente el peligro. 30 años después, su hermana intenta reconstruir la historia. ¿Quién era su hermana? ¿Quién es ella entonces?

Se estrena el 5 de abril

Si te da ganas de ir al estreno,
escribime y te dejo entrada con descuento!!

Las recomendaciones del Espectador Inquieto

Ann Dowd en “Mass”

El desconcierto es fructífero, porque se aleja de la adherencia reflexiva a los dramas que han hundido a los seres humanos en el infierno una y otra y otra vez.

Charles Eisenstein

Mass (Fran Kranz, 2021)

En un salón de una iglesia, se encuentran a conversar los padres de la víctima y los del victimario de un tiroteo masivo en una escuela, ocurrido seis años atrás. Como, en principio, esos personajes no deberían encontrarse a conversar ­—como, por condicionamiento arquetípico, esos personajes deberían pelear—, el planteo de la película (lo que se proponen los personajes) es en sí muy audaz.

La películas es esa conversación. Duele, pero atraviesa y desconcierta.

Una de las misiones del arte es devolvernos al desconcierto. Uno de los grandes valores de esta película es que se toma todo el tiempo necesario para que sus personajes se tomen todo el tiempo necesario como para lograr desconcertar sus certezas. El milagro del desajuste y el descubrimiento de las verdaderas (o más profundas) causas del dolor.

Una obra de arte como un espacio-tiempo dilatado en el que un diálogo imposible puede volverse imposible.

Mass, la posibilidad de un diálogo imposible.

Es fuerte, pero imprescindible.

*

Para ver el archivo con los links a las películas recomendadas, CLICK AQUÍ

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Stanely Cavell

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