Todo es materia prima # 35

La frustración es mi amiga

¿Qué pasaría si no intentaras resolver tu frustración?

En esta entrega:
1. Notas de la semana
2. Próxima MASTERCLASS GRATUITA
3. La recomendación del Espectador Inquieto
4. Link a entregas anteriores + Descargable gratuito

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A veces, no pocas veces, tengo ganas de borrarlo todo. Eyectarme del proyecto. ¡Abortar misión! El texto, la idea, la forma que se despliega, algo no me satisface. Algo, siempre algo, se percibe errado, irreparable, profundamente equivocado. El arte ha fallado y el artista se ha frustrado; entre dientes, apretado, me digo: esto no es lo que soñé.

Entonces, caído y humillado —humillado como si hubiera salido segundo en un concurso literario de un cuento triste de Bolaño—, me repatingo en el suelo mugriento de un sótano psíquico —en una casa, también psíquica, de la calle Garay.

Una casa que representa (por no decir: es) un área de mi mapa mental. Una casa, mental y física, a punto de ser demolida.

Toda vida, dijo Fitzgerald, es un proceso de demolición. Pero qué ganas de resistirme a las topadoras. Las máquinas infernales de la transformación. Algo me dice, mientras permanezco despatarrado, aquietado por los golpes bajos del fracaso, que hay una inteligencia, incomprensible, detrás de toda frustración.

Algo me dice que la frustración no es error, sino pista. Algo me dice que podemos ver el fenómeno de la caída con otra perspectiva, no ya desde la cima inalcanzable a la cual nos habíamos proyectado, sino desde el detalle hondo del suelo vivo, en el cual nos hemos sumergido.

Hay algo en el suelo que está vivo. Caigo para reconocerlo. Me frustro para caer y caigo para reconocer que puedo respirar más hondo. Puedo escuchar más. Puedo confiar en que volar no es saltar sino aplastarme contra la Tierra, que, oh, claro, ya está volando.

Entonces, ella: la frustración. Esa amiga molesta, casi violenta, casi brillante y opaca, brillante de tan opaca, que viene a decirme: “no vas a poder seguir con el disfraz”. Aquel viejo disfraz. Ella, la frustración, una amiga voraz que se alimenta de ilusión ingenua, que no viene a cerrarme el camino, sino a abrirme otra puerta. La puerta de lo Real.

*

La frustración ha sido siempre voz cercana. Íntima, agresiva e insolente, practicante del adjetivo inabarcable, sublime más que bella, ella; y pude ir, yo (¿quién soy yo sin ella?), con los años, entendiéndola. Me costó, y todavía me cuesta. Es una cuesta. Caer cuesta. Sí, pero fui, con los años, abriéndome camino en el arte de comprender que no es mi enemiga. La frustración, digo (sí, lo digo), no es mi enemiga.

Una amistad extraña la suya, una amistad enemiga, tal vez como toda amistad profunda. Decía Nietzsche. ¿Es el amigo quien te confirma o quien te desafía? La frustración, si hace algo, es des-confirmarnos. El amigo nos desafía. La frustración, amiga, es una invitación a transformarnos. El plan maravilloso del ego arrogante se encuentra con la limitación de ese muro empinado que llamamos realidad. Toca humillarse; en el mejor de los sentidos, toca humillarse. Para escuchar el universo, toca, sí, despatarrarse en el sótano de una vieja casa a punto de ser demolida.

Humildad, la gran enseñanza de la frustración.

Humildad como portal a una inteligencia amplia. Siempre más amplia. Siempre imprevista, impensada, intempestiva, inadjetivable, mucho más cercana. Íntima, como un puñal. Diría Borges.

Borges

Aprendimos que la frustración es un síntoma de error. Que si nos frustramos es señal de que algo hicimos mal. Pero ¿y si no? ¿Y si la frustración fuera un momento de cruce, de borde, de pasaje? Un aviso de que algo está por transformarse. Una grieta por donde puede entrar el viento. Una fisura en nuestros mapas de lo posible.

Con los años, voy aprendiendo a dejar que la frustración me hable. A veces lloro. A veces río. A veces pataleo. Tarde o temprano, siempre me rindo.

En la próxima masterclass gratuita exploraremos esta posibilidad contra-intuitiva de amigarnos con la frustración. La posibilidad de escuchar su mensaje, su don, su dádiva.

Todo es materia prima – La frustración es mi amiga será un encuentro para aprender a mirar la frustración no como obstáculo sino como portal creativo. Ideal si estás en un momento de nudo, parálisis o búsqueda en tu proceso artístico. La poesía nace de la frustración.

📅 Fecha: sábado 7 de junio
🕰 Hora: 11 a 12,30 hs (hora Argentina)
📍 Online (Zoom) – con inscripción previa

Para participar necesitas hacer dos cosas:

¿Qué pasaría si no intentaras resolver tu frustración?
¿Y si la dejás hacer su trabajo?

Beatriz Sarlo

La recomendación del Espectador Inquieto

Hoy es cada vez más difícil no entender. Algo hemos perdido.

Beatriz Sarlo 

Pronto se cumplen diez años de la muerte de mi abuela Ana. Cuando mi madre me llamó para darme la noticia, yo estaba en la terraza de mi casa leyendo un relato de Borges: Tlön, Uqbar, Orbis Tertius. El relato está dividido en dos partes; cuando terminé de leer la primera, me puse a llorar. Después de llorar quise bajar al baño o a no sé qué tipo de descanso, como si necesitara refrescarme antes de entrar en la parte segunda. Ahí fue, justo cuando bajé, que recibí el llamado.

Mi abuela tenía una memoria como del Funes borgeano. Se sabía las letras de todos los tangos, escuchaba la radio, amaba a Meryl Streep. Supongo que de ella heredé mucho de mi amor por el arte. Su cuerpo frío me impresionó, pero no lloré tanto como cuando terminé de leer la primera parte de Tlön.

En Tlön, unos enciclopedistas crean un universo.

Un universo es un lenguaje, una forma de mirar.

Tiempo después, me encontré diciendo a alguien que un cuento de Borges me había hecho llorar más que la muerte de mi abuela. No porque uno de los dos acontecimientos fuera más importante que otro.

Unos días, o tal vez semanas, antes de su muerte, visité a mi abuela porque ella quería que la acompañara a escribir. Nos sentamos en la mesa de su comedor. Le di ejercicios. Escribió. Le tomé alguna foto.

Hoy, diez años más tarde, vuelvo a llorar profundamente con un relato de Borges; entonces, como si la conexión hubiera quedado sellada, pienso en mi abuela.

La escena de mi encuentro con el cuerpo muerto de mi abuela fue transmutada como parte del que terminó siendo el último relato de mi primer libro de cuentos publicado: Todos queremos (relatos). El cuento se llama El amor es un lugar adonde ir. El título me lo regaló Mariela Alejandra, con quien este sábado hacemos la última función de su unipersonal La Oso. Si estás en Buenos Aires, te esperamos. Podés sacar entradas ACÁ.

El cuento de Borges que me hizo llorar esta vez fue El Aleph. Lo preparé hace unos días para dar en mi taller de escritura Mapas imposibles. El Aleph habla de lo imposible de mapear, nada más ni nada menos que el universo. Lo real, dice Eduardo del Estal, como la resistencia de los fenómenos a todo régimen de representación. Sutileza de la frase: lo real no son los fenómenos que se resisten, lo real es la resistencia en sí.

Lo real como una resistencia.

Te dejo El Aleph como recomendación de la semana. Si no has leído a Borges, puede que te genere cierta resistencia, y que esa resistencia sea muy real. Te invito a dar valor a tu resistencia. La resistencia, como en las viejas lamparitas, produce chispa, produce luz. Puede que en la lectura de Borges te tropieces con el viejo “no entiendo”. Te invito, como nos invitó Beatriz Sarlo en su texto No entender, a valorar esa supuesta falta, esa carencia, ese anhelo de certezas y de coordenadas. El arte no tiene por qué ser fácil. Para llegar al Aleph, necesitamos atravesar una jungla considerable de casi intolerable erudición. Recomiendo, para una primera lectura, no atorarte en esa espesura —atravesarla, como sea, para llegar a la revelación. No te prives de alcanzar ese sótano oscuro y cerrado en que Borges, algo entregado y también algo paranoico, tiene que humillarse. Sólo humillándonos podemos escuchar al universo. Borges era virgo. Virgo nos enseña humildad. Debemos detenernos para percibir el universo.

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