Todo es materia prima # 45

La revelación de la forma

¿Cómo toma forma una obra de arte? ¿Qué dice la forma de la obra de arte?

En esta entrega:
1. Notas de la semana
2. Nuevo episodio del podcast El espectador inquieto
3. El Espectador Inquieto recomienda…
4. Link a entregas anteriores + Descargable gratuito

Jason Segel como David Foster Wallace en “The end of the tour” (2015)

Me obsesiona, lo sabrán, la idea de que una obra es más inteligente que su autor. Si no más inteligente, al menos diferentemente inteligente. La obra, el cuerpo de la obra, sabe cosas que el autor, a priori, no puede saber. Dar forma es crear superficies de lectura. La lectura es la recreación del mundo. Podemos suponer que una de las principales razones por las que procrastinamos la creación artística (también la lectura) es el terror que nos da enterarnos de algo nuevo, descubrir y transformarnos.

Un parte importante del proceso creativo, así como del proceso de lectura, es asumir que la forma de la obra pide ser escuchada, y que escuchar (¡lo siento, ego!) implica perderse en las arenas inciertas de lo otro.

¿Podemos escuchar sin transformarnos?

¿Podemos realmente encontrarnos con una obra sin dejar, en alguna medida, de ser lo que somos?

Como artistas, somos creadores de formas. La obra sintetiza el diálogo de dos inteligencias: la inteligencia de la materia con la que se trabaja (temas, colores, historias, cuerpos, músicas, tipos de arcilla, intervalos, distancias, gestos, etc.) y la inteligencia de las personas que se enfrentan a la resistencia inevitable de la materia específica. El artista tensa una batalla íntima con su material. Crear es entrar en diálogo con la resistencia de la materia, y de ese diálogo, tenso y chisporroteante, surge la forma de la obra, que, también inevitablemente, dice, y sobre todo hace, algo nuevo.

El acceso a la novedad de la forma-obra-de-arte surge de una relación honesta del espectador y la pieza—más bien, del espectador y su experiencia con la pieza. Aunque nunca leemos sin la influencia, consciente e inconsciente, de la cultura y sus modos de mirar, hay algo de la experiencia que es profundamente personal.

Por supuesto, la persona no es solo personal.

Umberto Eco

Veamos una cita de Umberto Eco en La definición del arte:

Las estéticas tradicionales eran en el fondo estéticas de estructura apriorística y por tal razón normativa; partían de una definición del concepto de Bello ligada a un planteamiento filosófico general y obligaban a reconocer como bello sólo lo que entraba dentro de estos esquemas (…) Parece, en cambio, característico de la estética contemporánea el no pretender ser ciencia normativa ni partir de definiciones apriorísticas, el haber renunciado, en definitiva, a basar las posibilidades de una actividad humana sobre presuntas estructuras inmutables del ser y del espíritu; pretende, por el contrario, una fenomenología concreta y comprensiva de las distintas actitudes posibles, de las múltiples manifestaciones de los gustos y de los comportamientos personales, precisamente para explicar una serie de fenómenos que no pueden ser definidos con una fórmula inmovilizadora, sino sólo a través de un discurso general que tenga en cuenta un hecho fundamental: la experiencia estética está hecha de actitudes personales, de transformaciones del gusto, de adecuaciones de estilos y criterios formativos; análisis de las intenciones, descripción de las formas a las que dan lugar, constituyen entonces la condición esencial para llegar a conclusiones generales que describan las posibilidades de una experiencia que no puede definirse normativamente.

Umberto Eco

¿Qué de nuestra reacción a la obra, podemos preguntarnos, pertenece al colectivo cultural del cual formamos parte? ¿Qué del modo de posicionarnos frente a la experiencia que propone una pieza pertenece a las costumbres perceptivas de un ego adiestrado por la sensibilidad colectiva? ¿Por qué, en el encuentro con una serie X o con un libro Y, sentimos lo que sentimos y pensamos lo que pensamos?

En mi diario estético, llevo registro de mi viaje de espectador. Una obra lleva a la otra, un texto detona una idea y esa idea me hace pensar en otro autor. Un llanto recuerda otro llanto, un movimiento de cámara de una serie gatilla asociaciones ilícitas con el modo en que está construida una narración literaria; y así, de modos más y menos sorprendentes, se va tejiendo el Destino Estético de mis semanas.

Como si eso fuera lo más importante.

¿Cuáles fueron tus momentos estéticos de la semana?

Como propone Eco en el primer texto de La definición del arte, no hay una diferencia esencial entre ver una obra de modo cotidiano y ver una obra de modo crítico. Lo que hace a la mirada crítica tal vez no sea más que una diferencia de grado, una intensificación de la atención.

A diferencia de lo que se ha dicho una y mil veces, mirar una obra con una intensidad atencional exacerbada no implica disfrutar menos. ¡Todo lo contrario! Por supuesto, la mirada crítica puede enfriar el nivel emocional del diálogo, pero eso es decisión de cada quien—no tiene por qué.

Como proponía en las entregas últimas del newsletter, podemos dejarnos absorber por la propuesta emocional de la obra sin perder necesariamente la distancia crítica.

Hoi Lun Law

Mi metodología de análisis suele partir del ejercicio de interesarme por lo que me interesa. ¿Por qué X cosa me llamó tanto la atención? Honrar el propio interés es tirar del hilo de la pregunta por el por-qué. La interpretación estética, propone Hoi Lun Law en su libro Ambigüedad y crítica de cine, parte de la pregunta: ¿por qué? ¿Por qué es como es? ¿Por qué cierta obra está formada de cierta manera específica? ¿Por qué cierto elemento en cierta parte del tejido poético?

¿Por qué, en la serie Adolescencia, el plano-secuencia? ¿Por qué la segunda persona en el cuento En lo alto para siempre, de David Foster Wallace? ¿Por qué ese intercambio microexpresivo entre los actores en The end of the tour (James Ponsoldt, 2015), película que narra el encuentro entre un periodista de la Rolling Stone y el escritor David Foster Wallace en los últimos días de la gira de presentación de su famoso libro La broma infinita?

David Foster Wallace

Como Espectador Inquieto, me dejo llevar por la asociación impensada entre las obras. La serie Adolescencia me recuerda el cuento de DFW (también sobre la adolescencia) que trabajamos en el taller de escritura y, conversando con mis alumnxs, recuerdo la biopic de 2015 The end of the tour. La película me conmueve, acaso más que la primera vez que la vi. ¿Por qué me conmueve más esta vez? ¿Cómo entra en la estructura y el análisis de una obra de arte el factor de cómo estábamos cuando nos encontramos con ella? ¿Será que la sensibilización obtenida en el encuentro con Adolescencia afectó mi nuevo encuentro con The end of the tour? ¿Propone The end of the tour, como el cuento y como la serie, una clave acerca del fenómeno de la adolescencia? Aunqu los personajes tienen más de 30, ¿no están atravesando problemáticas típicas del adolescente, específicamente, la cuestión de la mirada del otro y la pregunta por cómo nos posicionamos ante esa mirada? La fama, el juicio, el like, el éxito, la novela que fue hit, el bullying que genera violencia, la soledad, el ser mirados o el no ser mirados, el trampolín (en el cuento) como experiencia de iniciación en el mundo adulto, un agua dura y blanda a la vez…

Jesse Eisenberg y Jason Segel en “The end of the tour”

A veces una obra parece saber más que quien la hizo. Como si la forma tuviera memoria propia, o capacidad de pensar. Hay mucho del valor de The end of the tour que surge del intercambio de micro variaciones gestuales entre los actores Jesse Eisenberg (el periodista) y Jason Segel (Foster Wallace, el escritor). Podemos preguntarnos hasta qué punto ellos eran conscientes de lo que estaban produciendo, de los significados posibles de todas esas miradas sutiles. ¿Cuán consciente es un actor de lo que produce su cuerpo? También podemos preguntarnos cuán conscientes eran los creadores de Adolescencia sobre los posibles significados y las posibles lecturas del plano secuencia.

La forma.

¿Estaban los creadores del todo conscientes de todo lo que podía leerse ahí, en esa decisión de que cada episodio fuera rodado en una toma única?

Erin Doherty y Owen Cooper en “Adolescencia”

Eco, en su lectura del filósofo Pareyson, dice algo así como que una obra de arte no es simplemente la aplicación de una idea previa, ni la ilustración de un mensaje. Es un proceso de formación en el que el autor se encuentra, al mismo tiempo, con el contenido y con la forma. Hacer es también descubrir.

La obra no solo representa: investiga.

La forma no solo decora: revela.

¡oh esto se parece

a una escuela de arte!

La estética de la formatividad nos invita a pensar el arte como un proceso vivo, en el que el sentido no está dado desde antes, sino que se va creando, se va encontrando. A veces, esa búsqueda nos lleva a descubrir cosas que no sabíamos que sabíamos.

En el nuevo episodio del podcast El espectador inquieto, hablo de Adolescencia (y del cuento de Foster Wallace) desde esta clave: la forma como nervio que piensa, como testigo de lo que no se puede poner en palabras. La forma como revelación de sentidos imposibles de planificar. La forma como inteligencia.

Ep. 16 - Adolescencia, el efecto doble del plano secuencia

El Espectador Inquieto recomienda…

La serie Adolescencia está en Netflix

La peli The end of the tour, dejé un link en el archivo de enlaces de las recomendaciones del Espectador Inquieto.

El cuento de DFW está en la carpeta de textos.

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