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Todo es materia prima # 48
Cuando las palabras no alcanzan
¿Qué pasa cuando las palabras no alcanzan? ¿Cuándo fue la última vez que te quedaste sin palabras?
En esta entrega:
1. Notas de la semana
2. Un ejercicio de escritura
3. Próxima Masterclass 30 de agosto
4. Nuevo programa de escritura: comienza en septiembre
5. El Espectador Inquieto recomienda…
6. Nuevo episodio del podcast El Espectador Inquieto
7. Link a entregas anteriores + Descargable gratuito

Si en la vida social solemos valorar mucho el tener opinión sobre las cosas, el tomar partido, el pronunciarnos y afirmar, en el arte podemos descansar de esa exigencia de postura, de ser alguien, lograr cosas y saber.
A veces vivimos situaciones que desbordan nuestra capacidad de explicar, de ordenar o de dar sentido. Momentos que nos dejan sin palabras. Son raras las ocasiones en que nos permitimos habitar el pasmo—no apurar una definición, no precipitar una resolución, no garabatear un mapa ansioso. Es natural, estamos cableadxs para la certeza.
Nos afincamos en la certeza—la creencia que nos da cobijo.
Ahora… Toda certeza, todo mapa, vamos descubriendo, tiene sus bordes; aunque remotas, sus omisiones.
¿Hasta dónde llega nuestra capacidad de dibujar la vida?
¿Hasta dónde llegan nuestras posibilidades de dar sentido y forma a la materia mutante de eso que llamamos el mundo?
A veces, en la vida, suceden cosas que nos dejan sin capacidad de reaccionar. Son pocas las ocasiones en que nos permitimos quedarnos en ese espacio abierto, la intemperie sin reacción. Por supuesto, para explorar el desconcierto necesitamos sentirnos a salvo.
Ahí aparece, entre otras tecnologías, el arte de la ficción.
El arte de la ficción puede ser un marco de contención para explorar la confusión, la bruma, el vacío: la literatura, el cine, la escritura nos permiten asomarnos al borde de lo innombrable, acaso refrescarnos en el Gran Océano de las Incertidumbres.
¡Qué bien, por un momento al menos, no saber!
—No sé —decir—, no sé.
Cuando abrimos un libro de relatos, o una novela, no estamos simplemente “escapando” de la realidad: con la ficción, entramos en un laboratorio secreto en el que se ensayan formas de habitar el mundo. Mundos posibles, mapas imposibles. La ficción nos da permiso para probar miradas, voces, destinos que no son los nuestros; en ese tránsito se amplía, también, nuestra propia experiencia de lo real.
Lejos de ser un lujo, o un pasatiempo, la ficción es una herramienta radical de transformación psíquica y sensible: nos enfrenta con la incertidumbre, nos recuerda que las estructuras de lo conocido siempre pueden desarmarse, nos enseña a convivir con lo imposible.
Como en los mapas antiguos, en que los cartógrafos asumían que no todo había sido explorado, y llamaban terra incógnita a los territorios intocados, así también la literatura, como en un gesto conservador, nos invita a recorrer, con la imaginación, esos espacios no dibujados que, tal vez, empiezan a existir, pero solo como una sugerencia, en el momento mismo de leer.
Las chispa de la lectura: las cosas también podrían ser así.
En un mundo en el que todo parece ya mapeado, la literatura nos recuerda que siempre hay algo más.
—Siempre hay algo más —decía Susan.

Silvina Ocampo, que estuvo de cumpleaños hace unos días
Hay una zona de lo desconocido que, por suerte, nunca podrá ser mapeada. El arte, si se quiere, funciona como reserva—una conservación de lo salvaje, de lo innombrable, de lo imposible.
—Artista, eres salvaje, ¡conservador de lo nuevo!
Leer y crear ficción es, en definitiva, entrenar la imaginación para dejar que se mueva más allá de los bordes de lo que creemos posible. Llevar la percepción hasta el límite de las palabras. Recordar que había mundo sin palabras.
¿No es hermoso cuando nos quedamos sin palabras?
Para reconocer la belleza aterradora de esos momentos en que hacemos contacto con lo innombrable, te propongo un ejercicio simple de escritura:
Recordá un momento en que te quedaste sin palabras. Una situación que superó tu capacidad de explicar lo que sucedía. Escribí un breve relato donde muestres cómo llegaste hasta ese instante; y cuando llegues al momento de desconcierto, no lo resuelvas de inmediato: dilatalo, explorá cómo se siente no poder decir, describí lo más que puedas ese paréntesis en que el tiempo parece dejar de correr.
Este ejercicio es una manera sencilla de acercarte a los mapas imposibles de la narración, esos lugares donde el lenguaje llega hasta el Acantilado y se queda mirando al vacío.
Palabras, atontadas, mirando el horizonte.
“Los atardeceres eran ya muy cortos al final del verano. Un minuto lucía el sol, y al minuto siguiente se había hecho de noche. Macabit y su sierra se inclinaban contra el resplandor crepuscular, y por un momento resultó inimaginable que pudiera haber algo detrás de las montañas, que aquello no fuera el fin del mundo. La pared de luz incandescente parecía surgir del infinito.”
En ese relato breve, que no es tan breve y parece una novela condensada, una familia se reúne cada verano, y como en un ritual de identidad colectiva, recuerdan sus viejos recuerdos. En un momento, por el final, después de que el tiempo ha disuelto muchas esperanzas, algunos miembros de la familia se reúnen en la terraza de la casa y así, casi como si nada, con esa soltura ligera con que Cheever toca el infinito, se nos lanza a ese acantilado de lo imposible. Aunque fugaz, una sensación de fin de mundo; lo inimaginable, ¿cómo podría haber más mundo detrás de las montañas—ese borde de lo conocido, de lo familiar?
A ese borde de lo familiar nos llevan estos relatos narrativos que parecieran querer ser poesía. Como decimos siempre en este newsletter: ¡Roberto Bolaño!

Bolaño, un cartógrafo de lo imposible
Ojalá el ejercicio te arrime a ese acantilado que llamamos… poesía.
Y si gustas llevar la experiencia más lejos, en mi masterclass Mapas Imposibles (el arte de la ficción) trabajaremos con ejercicios de escritura, análisis de cuentos y algo de teoría para explorar la tensión entre lo dicho y lo no dicho, lo que se puede nombrar y lo que queda fuera del lenguaje.
La clase está pensada para que puedas ampliar tu forma de leer y mirar, así como enriquecer tu escritura.
Te invito a participar!
Es el sábado 30 de agosto a las 11 hs (hora Argentina), por Zoom, dura una hora y media, y es gratuita.
Para participar, entrar aquí.
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Y si eras del grupo de los más atrevidos, atrevidas y atrevidxs, te cuento que el 13 de septiembre empieza mi programa de escritura Mapas imposibles.
Si escribes ficción y sabes que tus textos dan para más, si buscas más profundidad en tu escritura, este programa es tu mapa indicado.
Es un programa de 3 meses donde estudiaremos, leeremos y escribiremos para que puedas ampliar tu mirada (como artista y como ser humano) y enriquecer tu obra literaria.
Para más información, entrar aquí.
(AVISO IMPORTANTE: inscribiéndote al programa antes de la masterclass del 30 hay un gran descuento!!!)
El Espectador Inquieto recomienda…

Juntos (2000, Lukas Moodysson)
Tillsammans (2000) de Lukas Moodysson, está ambientada en una casa comunal sueca en 1975. Más allá de su historia sobre ideales colectivos y relaciones humanas, convivencia, individualismo y dogmatismos, en el nuevo episodio de El espectador inquieto exploro cómo la forma cinematográfica transforma nuestra percepción: dispositivos audiovisuales que no solo cuentan una historia, sino que nos invitan a sentirla en el cuerpo. A través de estos recursos estilísticos, la película cuestiona la tensión entre lo individual y lo colectivo, desafiando nuestra mirada y nuestra comprensión de la convivencia.
Te invito a ver la película y escuchar el episodio:
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